Seguimiento de mailing: una acción de email marketing no termina con el envío
Salir a buscar clientes, realizar campañas aisladas de captación lanzando mensajes y ofertas a diestro y siniestro, sin analizar la repercusión real de las mismas y sin recabar el feeling y la opinión de los receptores de la información, no nos llevará a ningún sitio.
Y este es el escenario habitual que nos encontramos en las empresas en estos tiempos que corren. Para ahorrar, al más puro estilo de la política de medio pelo “del corte por aquí, recorte por allá”, parece que algunos han visto en el envío masivo de e-mails el remedio a sus males empresariales y le confían a éstos la salud económica de su empresa. Nada más lejos de la realidad.
Bien es cierto que, como enviar mails es “gratis”, pues parece que hay que hacerlo todos los días a todas horas. Todo en su justa medida. Tan importante es lanzar un mensaje como asegurarte de que el que está al otro lado lo ha recibido, y que quién lo ha recibido es, realmente, nuestro interlocutor válido: aquel que tendrá capacidad de decidir en el proceso de compra de nuestros productos o servicios.
De nada valdrá enviarle uno de esos mails bueno, bonito y barato al recepcionista de una empresa si éste le dedicará, cronómetro en mano, 0,5 segundos para darle al botón de deleted.
Igualmente que el vendedor necesita un comprador, el mensaje como concepto básico en la comunicación interpersonal, necesita de un emisor y un receptor activos para que realmente se produzca la comunicación, porque si no acabaremos hablando solos. Querer enviar mails un día sí y otro también sin preocuparnos de su repercusión real, sería como irte a pescar, tirar la caña, apoyarla encima de la silla e irte a casa: si por casualidad, algún despistadillo pica y muerde nuestro anzuelo, tirará de la caña hasta arrastrarla al fondo del mar. Cuando lleguemos por la mañana habremos perdido la caña y la presa. También nuestro tiempo, que por cierto, alguien dijo de él: “el tiempo es oro y el que lo pierde es bobo”, y que a muchos parece ser que se les ha olvidado, o es que nunca llegaron a aprendérselo.
Si dedicamos nuestro tiempo para “tirar la piedra”, para “lanzar mensajes” no debemos esconder la mano después y guardarla en el bolsillo a la espera de que nuestros clientes reaccionen, sino que debemos sacarla para seguir actuando y coger el teléfono para contactar con ellos. Reforzar cualquier campaña de envío masivo de mails con un seguimiento no sólo reforzará nuestro mensaje, sino que nos permitirá hacer acciones paralelas, matar dos pájaros de un tiro e incluso alguno más por el camino:
– Mejora la imagen corporativa: el trato directo con los clientes, hablar con ellos personalmente, dice mucho de una empresa y proyecta una imagen realmente comprometida con los clientes.
– Depurar la BBDD: llamar al cliente nos permitirá asegurarnos de que es nuestro interlocutor correcto para presentar ésta y futuras ofertas. Mejoraremos la efectividad y la respuesta de futuras acciones.
– Conocer si nuestro producto es tan bueno como creemos: saber que opinan nuestros clientes nos dará una visión objetiva del producto, y de las posibles mejoras que podremos realizar para mejorarlo. Del mismo modo conoceremos si nos aproximamos al precio justo del mercado y nuestra competencia.
– Aunque detectemos que, por cualquier motivo, esta campaña de seguimiento ha sido un “fracaso”, no lo será. Nos ayudará a detectar otras necesidades concretas de los clientes para orientar futuras campañas comerciales y afinar así nuestra puntería.
El email marketing es en la actualidad muy utilizado por todas las empresas en sus acciones comerciales, pero como todo, hay que saber usarlo. Si logramos encontrar el equilibrio entre los envíos y su seguimiento adecuado, garantizaremos la efectividad de las campañas de marketing en beneficio de nuestro departamento de ventas.